MI GRAN ROMANCE DURANTE EL CONFINAMIENTO

Creo que ningún habitante de este planeta puede presumir de  que su vida ha transcurrido sin grandes cambios.

Cuando me refiero a cambios, estoy hablando tanto de acontecimientos que nos han llenado de alegría y satisfacción como de sobresaltos y penas muy dolorosas. Me parece que nadie se va de este mundo si haber probado su pedacito de pastel.

En los últimos tres años mi familia y yo tuvimos un cambio geográfico muy afortunado, ¡recalamos en Madrid! Somos sortarios.

No voy a hablar aquí de todas los acontecimientos que nos han ubicado en nuestra vejentud, sería muuuuuuy laaargo.

Me voy a limitar a contar el último mes y medio.

En cierta medida, mi esposo y yo tomamos el confinamiento como una oportunidad para tener la libertad de hacer cosas que, por falta de tiempo o por pereza, nunca habíamos podido organizar.

Mi esposo, Romel, se puso a estudiar y leer todo lo que encontró sobre la epidemia. Se ha vuelto un experto en el tema.  

Yo, por mi parte, me puse a hacer planes para la primera o tal vez segunda semana de encierro (ja ja ja eso pensaba).

Limpié nevera, ordené closets y, el colmo, limpié las ventanas (tarea pendiente desde hacía tres años).

Las lecturas han constituido una de las formas más placenteras de llevar estos días. Siempre me ha gustado leer.

Pero, (qué vaina que siempre hay un pero).

Es ahora cuando entro en mi relato.  

MI GRAN ROMANCE CON EL PEROL VIRTUAL

Se me ocurrió que ésta era la oportunidad de aprender a usar bien el ordenador.

Me inscribí en un curso de clases on line (¡esa Universidad de Cambridge tan ayudadora!).

Y así empecé una relación de amor /odio  con el perolito informático.

Por una parte, reconozco las ventajas que me ha reportado el manejar mis archivos en el ordenador. Aprender power point y google classroom y dejar de llenar páginas y páginas en los cuadernos.

 Hasta aquí nuestra luna de miel entre él y yo.

Entonces fue cuando el bicho empezó a enseñar su verdadera cara. No conseguía la página donde había trabajado, le dabas al botón equivocado y te llevaba a la estratosfera, aparecía la pantalla en blanco (o en negro) sin ningún icono para salir, te decía que habías metido la clave incorrecta, cuando querías descargar algo gratis de la Web te decía, este sitio es gratis.  Solo tienes que poner tu nombre, correo, teléfono, tarjeta de crédito,  el nombre de tus tatatarabuelos, tu tipo de sangre, carta de antecedentes penales y número de tu partida de defunción. ¡Fácil!

En esos momentos, aunque yo deseaba fervientemente que llegara el AMOR,  lo cierto es que todo lo que se me atravesaba por la mente era buscar el ICONO DE DESCARGA ¡que me permitiera mencionar a la madre de Bill Gates o a la de Steve Jobs!

En fin, hemos llegado ahora a un tranquilo entendimiento, él seguirá haciendo lo que siempre hace y yo, bueno yo he terminado por aceptar que eso es lo que hay.

Pero una cosa si quiero dejar clara, los esposos humanos son mucho mejores que estos robots cabezotas que siempre que aprieta el mismo botón obtienes la misma respuesta. ¡Vivan los impredecibles humanos!

María Victoria

Los comentarios están cerrados.