A PESAR DE… HAY VIDA

Después de una cuarenta ya larga y donde los días van cayendo sin mucho ruido, hoy he atisbado un halo de esperanza cuando el ruido ha dejado de serlo para convertirse en pueriles voces que con toda ilusión pisaban la calle con sus patinetes o simplemente paseando de la mano de sus progenitores.

He sentido que había mucha vida a pesar de las noticias que nos llegan día a día de lo que ese micro virus nos está haciendo a nosotros que nos consideramos macro (dueños del universo).

El virus nos ha recordado que somos débiles y en nuestra debilidad  nos hemos refugiado en las armas como defensa  y no hemos apostado  por la educación y la sanidad.

Es verdad que este virus ha atacado a cualquier clase social pero no es menos cierto que se ha alojado en los más débiles y delicados como son nuestros mayores y los más olvidados de nuestra sociedad. Ha traspasado fronteras pero se ha hecho más resistentes donde la riqueza era mayor  o donde simplemente estaban mejor equipados para esta pandemia. Es una tristeza reconocer en la misma Europa que habla de lo “nuestro” sintiendo a los demás como extraños.

Este virus, pues, nos ha recordado que todos no somos iguales, que mientras unos disfrutan de unos metros cuadrados para pasear, otros se tienen que arreglar en una habitación pequeñísima para una familia de cuatro personas o simplemente no tienen nada para cobijarse.

Nos creíamos dueños de la creación y hemos visto que somos una pequeñísima parte de este Cosmos.

Esta pandemia nos ha hecho ver que lo que considerábamos algo natural como pasear, hacer deporte al aire libre, saludarnos, abrazarnos…se ha convertido en deseo que ojalá muy pronto podamos realizar.

Schopenhauer ponía un ejemplo que puede servirnos hoy con lo que está pasando, “la sociedad humana es como la de los puercoespines que en invierno se arriman para darse calor pero si se acercan demasiado se pinchan con las púas y deben guardar las distancias”.

A pesar de todo esto hay vida. Lo he sentido cuando esta mañana ha vuelto la alegría a nuestras calles, cuando una abuela ha salido a aplaudir a sus nietos que pasaban cerca de su hogar.

Es verdad que ha habido señales de vida cada tarde a las ocho cuando salíamos a nuestra ventana y aplaudíamos el tesón y la lucha de todas las personas que han arriesgado sus vidas por darnos vida a los demás.

Es verdad que hay vida cuando nuestras ciudades están libres de contaminación y somos capaces de ver un poco más allá de nuestras ventanas y rozar el aire limpio de nuestros ambientes.

Hoy he palpado cierta resurrección como me decía un amigo. Pero son atisbos de vida que nos tienen que llevar a plantearnos otra forma de vivir. Estoy oyendo decir que de esta situación tenemos que salir cambiados pero como dice Harari “las ideas únicamente cambian el mundo cuando cambia nuestro comportamiento”.

De todos nosotros depende y por esos debemos luchar por fomentar lo mejor de nosotros.

José Manuel

Los comentarios están cerrados.